sábado, 18 de junio de 2016

Nosferatu, vampiro de la noche (Nosferatu: Phantom der Nacht)








Título original: Nosferatu: Phantom der Nacht 
Año: 1979
Duración: 106 min.
País: Alemania del Oeste (RFA)
Director: Werner Herzog
Guion: Werner Herzog (Libro: Bram Stoker)
Música: Popol Vuh
Actores: Klaus Kinski, Isabelle Adjani, Bruno Ganz, Jacques Dufilho.
Premios: 
1979: Festival de Berlín: Oso de Plata - Logro individual sobresaliente.
1978: Premios del cine Alemán: Mejor actor (Kinski).
 









Adaptación de la famosa novela de Bram Stoker que toma como punto de referencia la insuperable adaptación de Murnau. Jonathan Harker viaja desde Wismar a Transilvania para visitar el castillo del legendario conde Drácula, a quien pretende venderle una mansión en su ciudad. Atraído por una fotografía de Lucy, la mujer de Harker, Nosferatu parte inmediatamente hacia Wismar, llevando con él la muerte y el horror.



Klaus Kinski es el conde Drácula

Aunque a día de hoy el pobre vampiro vive denostado y rebajado a límites dolorosos, no siempre fue así. Y de ahí que me apetezca hoy hablar de Nosferatu.
De todas las criaturas sobrenaturales, el vampiro siempre ha sido mi favorita, pero no el que ahora se empeñan en mostrarnos, si no el que es un ser asesino y sin sentimientos. He dicho millones de veces que el mejor Drácula siempre será el de Christopher Lee (lo siento Bela Lugosi, es así) y que jamás me cansaré de verle interpretar al conde. Pero… también me encanta Nosferatu.
La primera vez que vimos a este Drácula (que se llamó Nosferatu porque la viuda de Stoker no quería que la obra se adaptase) fue en la película alemana de 1922, dirigida por Murnau y en la que le daba vida al protagonista el actor Max Schreck. Pero en 1979 otro alemán, Werner Herzog (director que me gusta mucho) se atrevió a hacer un remake de Nosferatu. Y para ello usó a su actor fetiche, él también alemán Klaus Kinski (actor que me encanta).
Aquí Nosferatu ya podía llamarse con su nombre real, Drácula. Y encima Herzog nos daba una clase magistral de cómo hacer un remake y hacer historia. Así es como se deben actualizar los clásicos.



El Nosferatu de 1922 (que he visto, aunque hace ya bastante tiempo) es un clásico y es considerada una de las obras maestras del cine. Pero a día de hoy resulta complicada de ver (y algo desfasada, cosa que por otra parte es normal). Y es que seamos sinceros, el expresionismo alemán no es precisamente para todos los públicos. Y aunque las imágenes de la cinta de 1922, y el perfil de Nosferatu sobre las sombras se te quedan grabados, la cinta se hace algo pesada a día de hoy.
Así que Herzog cogió los básicos de la original y los tradujo al lenguaje cinematográfico de hoy en día. Ya en color, pero respetando sus claroscuros, y dotando de voz a sus personajes.
Y todo esto, sin faltarle a la original, innovando en ciertos aspectos (¡ese final!), pero manteniéndose fiel. Se nota el respeto de Herzog y demuestra que un remake no tiene que ser un horror y que puede hasta ser tan obra maestra como lo fue el original.


Imágenes de inicio de la película.
La película, respeta ese ambiente onírico y de irrealidad, que se entremezcla con la realidad, con imágenes hipnóticas. Y sin olvidar una impresionante ambientación y una fotografía que recupera trazos del expresionismo de 1922.
Inolvidables esos Cárpatos llenos de niebla, sombras y peligros donde el pobre Jonathan acude a visitar a Drácula. Escenas como la del barco y como la peste llega y asola la ciudad, o la figura de Kinski como el conde escurriéndose por entre la ciudad y buscando morder a la bella Lucy, se te quedan grabadas. Amén de todos los escalofriantes detalles del castillo, sigo enamorada de ese reloj con esqueletos. Y todas estas imágenes, remarcadas en una estupenda BSO.
Y los créditos de inicio son fantásticos, con esos cadáveres momificados de niños en las criptas.



En cuando a los actores. Klaus Kinski es la película y está magnifico, replicando esos movimientos lentos. Reflejando esa oscuridad, pesar y peligrosidad que transmite el personaje y pronunciando esos estupendos diálogos. Compuso muy bien el personaje y supo contener su actuación, a sabiendas de que él es mucho más impulsivo.
Además, el maquillaje es muy acertado (y totalmente fiel al original, aunque quizás Kinski resulta más humano que Schreck) y le convierte por completo en el conde Drácula.
Vale que quizás no soy muy imparcial con Klaus porque siempre me ha atraído mucho, pero fue un muy buen actor y solía encarnar esos papeles de loco excéntrico que tanto me gustan (“Fitzcarraldo” siempre será una de mis películas favoritas) y por el que siempre se le recordará.
Le acompañan en el reparto Isabelle Adjani como Lucy y Bruno Ganz como Jonathan. Estupendos ambos, sobre todo ella.



En definitiva, una película muy recomendable para ver y que demuestra que un remake no tiene por qué ser una aberración. Es de esas cintas que hay que conocer (al igual que la original del 1922). Su ambiente y su Drácula enamoran y es de esas cintas que puedes ver varias veces y seguir igual de hipnotizado por ella. Herzog es un estupendo director y cuando se aliaba con su eterno ‘amigo’, el siempre inclasificable, Klaus Kinski, salían genialidades.
Y si os interesa el tema sobre Nosferatu, hay otro actor más que le ha encarnado aparte de Kinski (que lo hizo dos veces, en esta y en una ‘secuela’ muy alejada del tono de esta llamada “Nosferatu en Venecia”) y obviamente de Max Schreck. Willem Dafoe fue Nosferatu en “La sombra del vampiro” donde se nos cuenta un poco del accidentado rodaje de la cinta original.






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