jueves, 29 de mayo de 2014

Kaiketsu Kurozukin (Capucha Negra)







Título original: Kaiketsu Kurozukin
Año: 1981
Duración: 92 min.
País: Japón
Director: Ota Akizazu
Guión: Takagaki Hitomi
Música: --
Reparto: Wakayama Tomisaburo, Ninomiya Sayoko, Kishida Shin, Kato Yoshi, Kusano Daigo, Kaneko Kenzo, Kobayashi Akiji, Ishiyama Ritsuo, Kaneda Ryunosuke, Ishibashi Renji, Nishimura Ko








En medio de la lucha de poder entre la alianza Satsuma-Choshu y el moribundo Shogunato Tokugawa, un hombre enmascarado dedica su vida a luchar contra la injusticia y a defender a las gentes de Edo. Su deseo de evitar un baño de sangre en la ciudad le lleva a ponerse del lado de Saigo (un líder de Satsuma) en la búsqueda del mapa que muestra los pasadizos secretos al Castillo de Edo. Con él se podría conseguir evitar una batalla en la que incontables inocentes perderían la vida.


Durante la década de 1860, Japón se vio amenazado por varias facciones que trataban de derrocar el gobierno del último Shogun Tokugawa. Sin embargo, en los últimos estertores del régimen, un misterioso espadachín enmascarado llamado Kurozukin (Capucha Negra) juró defender al Shogun de todos sus enemigos. Mientras nuestro amigo intenta contener las crecientes revueltas, los señores de los feudos rebeldes de Choshu y Satsuma se preparan para robar el plano del castillo de Edo para conquistarlo y deponer al Shogun.


Volvemos a las andadas con el cine japonés de época, uno de mis géneros favoritos tanto por el transfondo histórico que nos presentan como por las cuidadas peleas a espadazos que dejan en pañales a muchas de las que se hacen hoy día con cables y efectos infográficos. De vez en cuando conviene revisitar clásicos como el que hoy nos ocupa para olvidar el exceso de batallitas digitales de las películas actuales: puede que me esté haciendo viejuno, pero hace unos días traté de volver a ver Los Vengadores y terminé borrándola del disco duro portátil. Tras las dos horas de cháchara insustancial entre los personajes y el “peacho” de invasión alienígena con miles de monigotes que no matan a nadie, en mi fuero interno me dije “hasta aquí hemos llegado, nos veremos en el infierno”. No es que odie el filme de Joss Whedon, es que me pasa con todas las películas de superhéroes actuales (que son el sustituto del western en nuestros días: productos industriales donde ya sabemos quién es quién, qué es lo que va a pasar, el rol de todos los personajes, etc.). En definitiva, nada que ver con películas de acción con entidad propia comoKaiketsu Kurozukin. En ésta también es fácil identificar los roles del reparto (el héroe, la chica, el gracioso, el malo, etc.) pero todo se lleva a cabo con gracia y hay giros de guión que te dejan con el culo torcido en el sofá, sorpresas que rompen con el esquema inicial y que hacen del largometraje algo más interesante. En Kaiketsu Kurozukin se juega con la figura del espía japonés medieval (el ninja) pero apartado de la figura de mero asesino o mercenario, retratándolo como un samurai que se disfraza (de tal modo que puede proteger su identidad) para cumplir las misiones de su señor usando todos los medios de los que dispone, especialmente su ingenio para el espionaje, su habilidad sobrehumana con la katana y su particular sentido de la justicia.
 

En fin, que las comparaciones son odiosas, pero empecemos con un dato: Wakayama Tomisaburo desempeña tres papeles en la película (el anciano adivinador Tenmeido, el espadachín Kurozukin y el samurai Genichiro Sakakibara) y además es un tipo que tenía clase manejando el sable japonés. A lo largo de la historia le vemos aliñando sin compasión y dando el pasaporte a infinidad de vulgares idiotas lo bastante osados para cruzar espadas con él. En todas sus películas (incluida la saga de Lobo solitario y su cachorro) le vemos enfundar su katana con una pirueta giratoria muy característica que ya se ha convertido por derecho propio en la tarjeta de presentación de sus personajes. Aunque es bastante chocante ver a un tipo que se parece a Falete vestido de ninja, Wakayama se desenvuelve como pez en el agua en las escenas de acción y parece un torbellino en movimiento. La película también hace algún que otro guiño al western(la presencia del héroe a caballo en multitud de escenas, el revólver que oculta en su traje y que usa en conjunto con su sable, por poner dos ejemplos).

En un momento de la película, el personaje de Kurozukin (el samurai Genichiro) se cuestiona su fidelidad hacia el Shogun por un suceso crucial y hay un giro en la narración: la idea general es que para evitar más guerras y sufrimientos en el país decide traicionar a su propio bando y facilitar los planos del castillo de Edo a sus antiguos enemigos, de tal modo que no haya un derramamiento de sangre mayor. En este cambio de voluntades tiene que ver el papel de la chica de la película, una posadera llamada Oyu (Sayoko Ninomiya ) y con la que Genichiro mantiene una cordial relación, pero no esperéis ver “guarreridas” españolas, porque la película iba dirigida al formato doméstico. Veréis algo de sangre, pero no como en otras producciones japonesas de la época, donde los chorros de hemoglobina como surtidores, las cabezas y brazos cortados eran tan habituales como los kimonos y las sandalias.

La trama política de Kaiketsu Kurozukin es bastante interesante, porque nos remite a mediados del siglo XIX y los conflictos que se produjeron en Japón entre los partidarios de modernizar el país y los que se oponían totalmente a esa modernización y la apertura a Occidente (el Shogunato Tokugawa rechazaba esa posibilidad). Sin embargo, los feudos con mayor amplitud de miras y fuerza se aliaron con la familia imperial para expulsar a los Tokugawa del gobierno (tras más de 200 años de supremacía política por medio de un régimen feudal reaccionario y policial) y al final lo lo consiguieron, a pesar del enorme coste económico y humano. Aunque hay que decir que esos mismos clanes “aperturistas” (Choshu y Satsuma) también terminaron por rebelarse contra la familia imperial y el nuevo régimen Meiji, de tal modo que fueron reprimidos y exterminados por el ejército japonés. La película cuenta el inicio de la disputa entre las familias dispuestas a ejecutar los planes de modernización y el gobierno inmovilista de la casa Tokugawa.

El guión sigue parte de esos acontecimientos y nos presenta a algunos personajes históricos, como Saigo Takamori, que tuvieron un importante peso en el surgimiento y desarrollo del nuevo Estado nipón. No obstante, la trama de los dos niños que buscan a su padre (el artífice del castillo de Edo) que guarda en su memoria los planos de la fortaleza está un poco traída por los pelos. El director trata de añadir algo de dramatismo a la trama con el elemento infantil, pero a mí me resultó un tanto coñazo, lo mismo que el reencuentro entre los niños y su progenitor. Por suerte, tenemos el elemento del criado gracioso, que con sus coñas alivia la tensión de la historia y casi todas sus intervenciones tienen como objeto echarle una mano a Kurozukin. El carácter cómico también está presente en el rol de Tenmeido, uno de los personajes que Kurozukin usa como disfraz para sus indagaciones a pie de calle y que se trata de un viejuno simpático que presta orejas y ojos a todo lo que se mueve alrededor de su tenderete donde te adivina el futuro, cual pitonisa Lola.

Como buena película de samurais, también hay referencias a escuelas de esgrima antigua japonesa y los piques que hay entre los mismos discípulos de una misma escuela. AunqueKaiketsu Kurozukin no tiene la grandiosidad de otros títulos como Harakiri, Lady Snowblood o Goyokin, hay que reconocer que tiene excelentes secuencias de acción, buenas interpretaciones y una historia que es interesante de seguir si os gusta la historia japonesa. Otra de sus ventajas es que no se hace larga ya que dura alrededor de hora y media, lo que es un aliciente si no has visto ninguna película de este tipo y no te quieres dar un atracón de maestros como Kobayashi, Kurosawa o Hideo Gosha. Para finalizar me gustaría aludir a la música del film, que como otras producciones de la época, mete guitarras en las escenas cumbre y queda bastante chulo. En la memoria se me ha quedado un solo guitarrero de una escena que mola cantidad, que funciona como un intermedio o una pausa entre el comienzo de un combate con espadas y la culminación de ese combate. Recomendable, no mata pero está a eones de los truñacos que hizo Jackie Chan para Holliwood.



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